miércoles, 17 de octubre de 2012

Al Corpus del Español y al francés por partida doble

El cuento Manos de licenciada, incluido en Carne Tierna y otros platos, será parte de un libro que se publicará en el 2013 y cuya edición está a cargo de la Agregaduría Cultural de la Embajada de Ecuador en Francia. Chequeando el listado de los escritores a quienes se les envió la carta de cesión de derechos supe que habrán cuentos de Solange Rodríguez, Lucila Lema, Esteban Mayorga, Luis Felipe Aguilar, Carlos Vásconez, Miguel Antonio Chávez, Jorge Izquierdo,  Luis Borja,  Andrés Cadena, Norka Guevara, Silvana Amoroso.

Breve(r)dades es el nuevo libro que preparo, aún estoy en la catártica cocina, y ya varios de sus cuentos tienen como destino otra lengua. El premio para la traducción del español al francés de la Casa Internacional de Poetas y Escritores de Saint Malo fue atribuido al proyecto Minicuentos de autores del Ecuador, presentado por la Fundación Cultural Rocío Durán Barba. Meses atrás postulé varios textos y hace unos minutos me enteré que estoy entre los 18 autores que colonizarán las páginas de esta obra.


¿Y de nuestro amado idioma?

Carne Tierna y otros platos fue considerado por la Real Academia Española para integrar el Corpus del Español del Siglo XXI. Se trata de la reunión de textos de los más diferentes tipos, procedentes de todos los países del ámbito hispánico. Comprenderá 25 millones de formas para cada uno de los años abarcados (del 2001 al 2012), de modo que el conjunto final tendrá alrededor de 300 millones de formas. Será la continuación y actualización del Corpus diacrónico del español (CORDE) y del Corpus de referencia del español actual (CREA), que, en las diferentes versiones que han tenido, están a disposición de todas las personas interesadas desde hace casi quince años.

sábado, 6 de octubre de 2012

Pedro el poeta mayor


Hoy diario El Comercio publicó Por la vívida literatura de tus hijos, te recuerdo Manabí, un trabajo de Arturo Cervantes. En este se destaca con justicia al poeta mantense Pedro Gil (aunque le pese a los escribidores).
En la nota se me cita, en calidad de ex participante del taller literario Soledumbre que Gil dirige en la Uleam, diciendo "No somos hijos de Pedro Gil, cada uno ha tomado su rumbo. Él nos enseñó a escribir como un acto catártico, de purificación". Asumo que por razones de espacio el autor de la nota sintetizó así nuestra larga charla sobre Pedro, el maestro generoso que no nos hizo a su imagen y semejanza, que compartió lecturas de acuerdo a las necesidades de cada tallerista.
Comparto la nota de El Comercio (celebro el acierto de ubicar a Pedro en el lugar que le corresponde) y aprovecho para abrazar con inmensa gratitud al maestro que pronto nos dará una nueva descarga: Crónico.


http://www.elcomercio.com.ec/cultura/vivida-literatura-hijos-recuerdo-Manabi_0_786521488.html

martes, 28 de agosto de 2012

Cuando noventa páginas atentan contra el orden social



"Una buena obra literaria debería ofrecer una nueva visión de lo que nos rodea. Desgraciadamente hay muchas que hablan de lo mismo, que repiten argumentos infelizmente, sin pena ni gloria para los seres humanos que inspiran aquellos redundantes relatos. Me refiero a ciertas novelas de fantasía épica, no pocos libros de autoayuda, coaching personal y otras modas. Para colmo, existen lugares en el mundo donde se producen pocas buenas obras literarias. Ecuador es uno de ellos.

Carne Tierna y otros platos, de Diana Zavala Reyes (Jipijapa, 1983), es diferente a todo lo que he leído de Ecuador"  Gustavo Franco, periodista y escritor latinoamericano  (radicado en España), leer más en su blog 

miércoles, 30 de mayo de 2012

Amor Humo

                                                                          “Cuando se acuestan la razón y el deseo
                                                                            llueve sobre mojado.
                                                                            Bla ,bla, bla, bla, bla, bla, bla “
                                                                                                                Joaquín Sabina





                                                                                                     Ilustración: Juan Carlos García. © Editorial Mar Abierto.


En el  seminario en que se habló de tanta muerte lo imaginó pegado a un tanquecito para respirar o ardiendo hasta volverse cenizas como sus cigarrillos. Nunca había fumado, en su familia no existían fumadores, y sin embargo, el detalle de los cuatro mil químicos envueltos en un tabaco la empezó a asfixiar.  Así, entre el cáncer de boca y pulmón,  se fue dando cuenta que estaba enamorada. En la carpeta llevaba folletos y pegatinas para empezar la causa  que abrazó minutos antes en la clausura. Esperaba un taxi, pero sus ojos se le iban con los azules más que con los amarillos, al verse  cazando carros añiles, entusiasmándose y descomponiéndose con las placas terminadas en cinco, confirmó que había vuelto a caer con el menos recomendado, el guiño del semáforo la sorprendió sonriéndole  al tráfico de la  hora pico.

Ben empezó a darle clases de conducción por la azulísima vía playera, ella asimilaba más rápido a Braulio y Camilo Sesto, “tengo un novio retro”, dijo a las amigas que hastiaban con la pregunta ¿cómo así cantando temas  de viejos? En lugar del mal aliento característico halló deliciosa la boca con ese toquecito extraño parecido al jamón ahumado. Siempre a la despedida él le pasaba un caramelo desgastado que fue engordando al bicho de la lujuria. Hondos besos le daba ella a cambio de que los rollitos nocivos no salgan de la caja blanca, pues en su hombre de medio siglo era mayor el peso de la sentencia: cada cigarrillo resta siete minutos de vida. Tanto se tentaron las lenguas y el horror al tiempo  que, a dos semanas de noviazgo,  se echaron en la cama de agua de un motel. En ese lecho fresco ella descubrió el pecho mullido y castaño, él admiró su pubis a medio afeitar “parece adolescente”, le dijo antes de probarlo. Y se quedó clavado alegando que era más profundo lamerla que penetrarla. 

-Entra, te presentaré a mi hermana.
-No estoy preparada.
-Tranquila, así como luces estás bien.
A la reunión  no llegaron las preguntas irritantes ¿cuál es el negocio de su familia?, ¿en qué universidad estudió?, ¿cuál es el modelo de su carro?, pero la hermana finísima fumaba a su lado como si al amanecer fueran a decomisar todas las cajetillas del planeta. La mujer intercambiaba fuego y caramelos mentolados con su hermano. En medio del humo la iniciada de la Liga Antitabaco contabilizaba pitadas, cigarrillos, restaba minutos de vida a los hermanos y a ella misma porque estaba consciente de que sin proponérselo tragaba humo de segunda mano.
-Ya que no fuma al menos sírvase  unos caramelos, dijo la hermana haciendo un gran anillo.
-No, gracias, suficiente azúcar por esta noche, sabía que a Ben le gustan los dulces, pero jamás pensé que tanto.
-Es por la halitosis, ¿cierto Benjamín?
Benjamín asintió con la cabeza,  abrió otra cajetilla y sonriendo le dijo a su novia ¿No me digas que no sabías?, ¡Ohhhh mi amorcito pensaba que el caramelo era puro romance!

Halitosis es lo mínimo con dos cajetillas por noche y los caramelos cómplices claro prefirió chuparme porque no logra una erección ¿cuándo fue la última vez que te chequeaste los pulmones? No me harás caso lo sé no me harás caso y qué caso tiene seguir así no puedo estar a tu lado consumiendo pasiva consumiéndome contigo sin convertirme en la confiscadora de cigarrillos en esa tirana que  esfuma el amor.

Ay linda ya sabía yo que esto no tiene futuro a mi edad no estoy para que me controlen el aire si de algo hay que morirse vas a empezar con eso de que necesito un chequeo médico y eso sí es fatal demostrado está que en cuanto te hacen exámenes te enteras  de lo que no debes y  te mueres no fumas no bebes todo es  light en ti y te enfermas todo el año ay amor así no puedo seguir te quiero mujer no enfermera mujer no policía.


-Hey, qué pasó parece que sale humo de sus cabezas.  ¡Brindemos por la vida, salud, salud, salud!





Dos lecturas de Abril

                                   
Tertulia en Casa Teatro- Santo Domingo - República Dominicana -16 de abril.


La Espina de Abril- Bahía de Caráquez- Manabí -Ecuador. Con John Soliz y Yuliana Marcillo en el Museo (26 de abril).

sábado, 26 de mayo de 2012

Manos de Licenciada

                        Ilustración: Juan Carlos García. © Editorial Mar Abierto.

En ese viaje la licenciada estaba decidida a no pensar tanto,  gozar lo irracional que al fin de cuentas es lo puro. En eso estaba cuando  el hombre la hacía recorrer de punta a punta la pista y le preguntó a gritos  si tenía novio. Ella dijo que sí automáticamente y  antes de recaer en auto reproches por espantar al guapo éste le cuenta que era casado.

—¿Y por qué no trajo a su esposa?
—Es que está embarazada, en un mes nacerá mi niña y no está para trajín.
—¡Felicidades, las  niñas son maravillosas!, dijo desinflándose y empezó a  bailar suelta.

Esos ojos dormidos, esos músculos tienen dueña, qué ilusa, con la sobrepoblación de mujeres es obvio que un ser  de estas características sea casado. Y qué bien huele, pero no es sólo perfume estoy segura, pues los ejecutivos y los viejos académicos usan fragancias carísimas y a unos es imposible quitarles  lo rancio, es olor de hombre. Si ese estudio publicado en Muy Chic es cierto, estoy ante un gran amante porque no baila nada mal.


¿En qué piensa licenciada?
Ella mueve las manos, se toca las orejas para indicarle que la música no la deja escuchar. Él la pega contra su camisa sudada  y le habla al oído.

—¿Que en qué piensa?, si se puede saber, es que usted estaba sonriendo.
 —Nada importante, sonreía porque estoy feliz ¿algún problema con eso?

Le responde dándole cuatro vueltas, ella se tambalea y él la recibe en su pecho, entrelazan los dedos, ya son dos sudando y se acaba la pieza. Le  pide seguir bailando luego y la licenciada dice  ¿por qué no? A las cuatro  y media de la mañana la pista queda vacía, las velas del santo patrono de la fiesta consumidas y en algunos bancos están doblados los borrachos. El cielo negro se vuelve azul, los gallos se desgargantan y ambos  miran insistentemente sus labios. Tocan sus manos  fascinados por la suavidad de unas y la dureza de otras.

—Se nota que usted no trabaja.
—Los callos los  tengo en otra parte, soy periodista.
—¿Escribe crónica roja?
—No, soy periodista cultural, publico sobre tradiciones, formas de vida. Por ejemplo, escribiré acerca de esta fiesta religiosa ¿Y tú?
—Trabajo en la bodega de una empresa de acero en la ciudad, vine porque mis abuelos son de por acá.— ¿La decepcioné, verdad?
—No entiendo, ¿por qué dices eso?
—Porque usted es una profesional
—¿Y?
—Yo apenas terminé la primaria.

Si me vieran mis compañeros no lo creerían, yo la intelectual coqueteando con un hombre primario, eso de casado lo asimilarían pues en el medio quién no se ha enredado con alguien prohibido, la verdad soy la única del grupo que no lo ha hecho, yo  y mi jodida ética laboral y sexual. Eres tan distinto a Flavio que no sabe ni bailar. Seguramente tu esposa ya está despierta, sofocada por la barriga, cogiéndose las caderas y tú apretándome las manos.


—Se da cuenta, está callada porque adiviné. Usted ya no quiere conversar con alguien que no sea estudiado.
—Oh disculpa, no es lo que estás pensando, y ya deja de tratarme de usted.

Esas palabras le dieron confianza y se atrevió a invitarla a ver salir el sol de entre los árboles. Anduvieron en silencio y cuando los restos de la fiesta desaparecían de la vista se besaron sin pudor. Ella agradeció por no haber negado a la esposa, ni a la hija abordo,  confesó que ese detalle de honestidad le gustaba, aunque no podía sacarse la imagen que se había formado de la mujer con la barriga enorme. La hizo callar poniéndole dos dedos ásperos en los labios mientras con la otra mano le amasaba las caderas; ella llegó a la conclusión que no haría daño si pasaba una vez, sólo una vez. No habían intercambiado números telefónicos, y cuando se presentaron bailando el ruido les impidió escuchar sus nombres. Estaban en el punto en que ambos sentían pena por preguntar ¿cómo es que te llamas? Le  tomó las manos y las estudió línea a línea, luego las olió y  humedeció con la punta de la lengua, una y otra vez en una especie de rito.

—¿Por qué te gustan tanto mis manos?
—Porque son manos.
—Esa no es respuesta, dime algo más.
—Es que mi esposa no tiene manos.

 Va detrás gritando que está cansado de que sientan pena de su mujer; y de él por haberse casado con ella.

—Oiga señorita, eso también es discriminación.

Llega exhausta a su auto, arranca y él se queda en la hierba, cuando se vuelve pequeñito la licenciada saca una mano por la ventanilla  y se despide. Ya lejos apaga el automotor, baja el cierre del pantalón y remoja sus dedos, lo visualiza desnudo entrando con fuerza, a segundos de la cima  el placer se vuelve angustia al ver que los observa una mujer sin manos.


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